¿Acueducto o cochinillo?

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El Acueducto de Segovia es uno de los monumentos más fotografiados de nuestra ciudad. Hay quien dice que compite con el cochinillo, teniendo en cuenta la cantidad de imágenes que se registran de uno y otro. No se pueden comparar, desde luego, pero ambos tienen en común una cosa: son dos iconos de Segovia. En pocos lugares de la ciudad conviven de forma tan próxima como en el Mesón de Cándido, y eso lo comprueban a diario turistas y comensales, que pueden degustar cochinillo mientras observan las piedras del Acueducto desde los ventanales del restaurante. A apenas unos metros de distancia. Todo un lujo.

¿Qué tendrá el Acueducto que hechiza a quienes lo contemplan? ¿Acaso sus 2.000 años de historia tienen algo que ver con el magnetismo que provoca la contemplación de sus piedras? Estudiado y analizado por historiadores, arqueólogos y especialistas de todo el mundo, el monumento resulta atractivo incluso para quienes son ajenos a la materia. Por lo general, todos invierten varios minutos en contemplarlo detenidamente, incluso desde distintos ángulos de la Plaza y las calles aledañas.

¿Y el cochinillo? ¿Por qué nadie quiere marcharse de Segovia sin probarlo? La respuesta está en el plato y sobre las andas, que es donde se coloca el cochinillo antes de servirlo y probarlo. Pero también en el horno y en la buena mano de nuestro maestro asador; y, más aún, en la excelente materia prima que llega cada día a nuestra casa, proveniente de las granjas de porcino de Segovia. Su aroma, textura y sabor son un regalo para los sentidos. Lo dicho, ¿Acueducto o cochinillo? Mejor no excluir a ninguno y disfrutar de ambos en el mismo escenario: el Mesón de Cándido.

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