Cándido López y su madre: semblanza de una gran cocinera (I)
Los recuerdos de infancia y juventud del Mesonero Cándido nos permiten descubrir detalles de su vida muchas veces ignorados. Algunos están relacionados con su familia y otros, con la época que le tocó vivir. Muchos están relacionados con su llegada a la ciudad y cómo fueron aquellos primeros años. Todas estas cosas podemos leerlas en algunos capítulos de su libro de Memorias (Plaza & Janés). Uno de estos pasajes está dedicado a su madre Carmen, a la que describe como una “gran cocinera”. Hasta que se casó, trabajó como tal en la casa de la familia Zuloaga, importante saga de artistas. A pesar de no saber leer ni escribir, estaba dotada de un gran talento y mucha intuición. Eso le permitía llevar con mano firme la administración de su casa, sirviéndose de calendarios que llenaba de garabatos, rayas y puntos que solo ella entendía.
Las semblanzas que Cándido hacía de su madre están llenas de nostalgia. Sus evocaciones rememoran épocas pasadas, cómo y dónde vivía su familia en los primeros años en la capital y qué se cocinaba por aquel entonces: “Sí, me gustaban mucho los platos que preparaba. Quizá fuera porque, en aquellos tiempos, teníamos menos cosas, se pasaba más hambre o se guisaba de otra manera; el caso es que a mí todo lo que hacía me parecía una maravilla”. Y así debía de ser, describía el Mesonero, pues la habilidad de esta mujer en la cocina también era reconocida por cuantos se hospedaban en casa, entre ellos, algunos alumnos de la Academia de Artillería, que contribuían de este modo a la economía doméstica.