Cándido y el impuesto sobre el “plato único”

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En este blog ya os hemos contado varias anécdotas que acontecieron en el Mesón de Cándido durante la Guerra Civil. Hoy os traemos una historia que nos puede ayudar a comprender las dificultades por las que pasaron los españoles para poder salir adelante en una época tan oscura como fueron los años treinta del siglo pasado.

Corría el año 1936 cuando el gobernador general de Valladolid dictó una orden que obligaba a todos los industriales de la zona nacional, bien fueran hosteleros, dueños de cafés, bares o cervecerías, que sirvieran comidas en forma de menú o a la carta, a contribuir con el 50% de los ingresos de cada comida en los días marcados para el “plato único”. Esto quería decir que, en los restaurantes, se cobraba el cubierto completo a los clientes y solo se les servía un plato con el objetivo de donar la mitad del importe a la causa nacional. Cándido nos contaba en su libro de memorias una anécdota bastante curiosa respecto a este asunto del nuevo impuesto. Cada jueves llegaba al mesón un joven trajeado con una carpeta bajo el brazo. Tomaba su pequeña ración de comida y no protestaba por la poca cantidad, como hacían los demás clientes. Cándido y doña Patro estaban convencidos de que se trataba del inspector del “plato único” y, para ellos, los jueves se habían convertido en un auténtico suplicio. Tiempo después se enteraron de que no era más que un sastre de Valladolid y de que sus padecimientos no habían sido más que una consecuencia del temor que se vivía por aquella época de guerra.

Una historia más que nos recuerda que, al echar la vista atrás, podemos encontrar cientos de anécdotas que tuvieron lugar en nuestro centenario establecimiento. Seguiremos contándoos más historias como esta, pues creemos que es el mejor homenaje que le podemos hacer al recorrido del Mesón de Cándido, un ejemplo de hostelería segoviana que ha seguido en pie a las duras y a las maduras.

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