Cándido y el peso de la fama
Es lógico que una disciplina del arte llegue a alcanzar notoriedad o importancia por si sola. Hablamos de pintura, escultura, fotografía y arquitectura, entre otras. Pero siempre hay un artista o un profesional que interpreta, crea y emociona. Siempre hay un torero detrás de la fiesta, un escritor en la trastienda de la literatura, un científico avalando la fórmula química y un nombre de mujer sujetando su cuerpo sobre las puntillas de la danza clásica.
Estos ejemplos nos sirven para entender la historia de la hostelería de los dos últimos siglos. Detrás de un restaurante, una cocina o una receta siempre ha existido un nombre propio que ha dado fama y gloria a un establecimiento, una ciudad y, en muchos casos, a todo un país. ¿Alguien duda de lo que significó la figura de Paul Bocuse, que dio gloria a toda Francia gracias a su nueva cocina?
En España tenemos un ejemplo rotundo en la misma ciudad de Segovia, con nuestro Mesonero. El genial Cándido López consiguió que toda una ciudad fuera asociada al turismo, la gastronomía y a un plato de toda la vida que había pasado desapercibido hasta entonces: el célebre cochinillo asado en el horno de leña del Mesón de Cándido. Y es que la fama antes se hacía con paciencia, años y mucho trabajo. Por desgracia, en demasiadas ocasiones ahora interviene el dinero para alcanzarla. Y entonces nada es igual. El ‘poderoso caballero’ la ofrece de inmediato… otra cosa es que perdure en el tiempo. Por eso, en el Mesón de Cándido sabemos mucho de lo importante que es mantener la fama merecida y habérsela ganado con el trabajo de cada día.