Los jueves del ‘plato único’ del Mesón de Cándido (II parte)
En una entrada anterior de este blog nos habíamos referido al día del ‘plato único’, una normativa con fines recaudatorios dirigida a la hostelería española, que nació coincidiendo con los primeros meses de la Guerra Civil Española. De acuerdo a ella, los establecimientos estaban obligados a destinar parte de la recaudación al Gobierno. ¡Menos mal que solo eran un día a la semana! El caso es que el Mesonero Cándido y su mujer, la jefa de cocina Patro, vivían en vilo pues, aunque cumplidores del impuesto, les parecía ver a funcionarios por todas partes, sobre todo cuando llegaban los jueves.
Este episodio, que Cándido relata en su libro de Memorias, culmina recordando una curiosa anécdota protagonizada por un joven comensal. Solo comía en el Mesón los jueves, terminaba su ‘único plato’ -porque solo se servía uno de los del menú-, pagaba sin rechistar las cuatro pesetas –dos para el restaurante y dos para entregar al Gobierno-, se despedía… y no se le volvía a ver hasta la semana siguiente. Porque siempre regresaba. Esto le hizo sospechar al Mesonero que se trataba de un inspector, pues un jueves detrás de otro, el hombre en cuestión comía en su casa y pagaba sin poner pegas. Tantas vueltas dieron a la identidad del sujeto, que un buen día consiguieron desvelarla: el buen hombre no era otro que un sastre de Valladolid que acudía todos los jueves a Segovia para tomar medidas a los cadetes de la Academia Militar. Y tanto le gustaba la comida del Mesón de Cándido, que nunca iba a otro lugar cuando venía a Segovia.