Los Premios Nobel desaparecidos en Segovia… y que Cándido buscó por todas partes
La prodigiosa memoria de Cándido, el genial Mesonero, nos dejó secuencias escritas que forman parte de la historia de nuestra casa. Las páginas de su libro de Memorias (Plaza & Janés), de deliciosa lectura, permiten recorrer todas las épocas del negocio, salpicadas de anécdotas, curiosidades y, por supuesto, hechos y acontecimientos reales vividos en primera persona. Algunos tienen que ver con sus viajes por el mundo; otros, con los personajes que han visitado el Mesón, y algunos más con la organización de banquetes de gran envergadura para comensales ilustres. Así sucedió un día, cuando a Segovia llegaron de visita los participantes del II Congreso de Investigaciones Científicas, el 16 de abril de 1950. La ciudad se llenó de sabios, catedráticos, profesores y 17 premios Nobel. ¡Nada más y nada menos!
El caso es que, aquel día de hace más de medio siglo, Cándido recibió un importante encargo: organizar un banquete para todos ellos en el Alcázar de Segovia. Enseguida se puso manos a la obra y, cuando llegó el momento, mandó encender una gran chimenea en el patio para asar los cochinillos y los corderos, adornada con pellejos y modorros de vino. Incluso mandó llamar a las Alcaldesas del Mesón, que llegaron ataviadas con sus lujosos trajes y valiosas joyas. Todo estaba a punto y, a la hora señalada, fueron llegando los invitados. Primero fue el aperitivo y después todos tomaron asiento en la Sala de la Galera, donde se sirvió el banquete. Las cosas parecían ir a las mil maravillas, hasta que alguien dio la voz de alarma: faltaban tres premios Nobel. ¿Dónde estaban? Nadie sabía nada.
Se buscó por todas partes. Ninguna dependencia del Alcázar quedó sin revisar: se subió a la Torre e incluso se miró en el interior del pozo. Nada. Cándido empezó a preocuparse por el tremendo problema que se le venía encima. ¡Tres personalidades de ese calibre… desaparecidas en Segovia! Ya se imaginaba cómo serían los titulares que saldrían en los periódicos de todo el mundo al día siguiente. Desastre total y una imagen pésima para España. Afortunadamente, todo se resolvió en cuestión de minutos pues, avisada la Policía de lo que había sucedido, los agentes encontraron a los desaparecidos sin un rasguño, plácidamente sentados, en el Café La Suiza de la Plaza Mayor, degustando los productos que les fueron entregados -a modo de obsequio, en una pequeña alforja- cuando entraron en el Alcázar. Porque sí, los tres registraron su entrada en el Alcázar, pero se marcharon enseguida, pensando que aquella era la comida del día. “Es típico de los sabios estar, como si dijésemos, en el limbo y no darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor”, sentenciaba Cándido.
A pesar del susto, todo quedó en una anécdota y la celebración fue un éxito rotundo. Este evento consiguió catapultar al Mesón como excelente anfitrión a la hora de organizar encuentros de gran envergadura. Así que los encargos de este tipo empezaron a ser frecuentes. Con este y otros triunfos, empezaba a cumplirse la ilusión de hacer de este Mesón uno de los restaurantes más famosos del mundo, llevando con él el nombre más querido para nosotros, el de Segovia.