Segovia… ¡abre la muralla! (y II)

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La infancia del Mesonero Cándido está repleta de recuerdos relacionados con Segovia pues, aunque nació en Coca, muy pronto toda la familia se desplazó a la capital buscando un porvenir. Como ya nos hemos referido en la primera parte del post ‘Segovia… ¡abre la muralla!’, mientras que su madre era una fabulosa cocinera –lo fue de la familia de artistas de Daniel e Ignacio Zuloaga-, su padre se dedicó a trabajar en una casilla de consumeros o fielatos. Por este lugar debía pasar obligatoriamente todo tipo de mercancías y pagar un impuesto para poder introducirlas en la ciudad. Así que Cándido recordaba con frecuencia la imagen de su padre dentro del fielato o casilla, dependiendo del turno del día. Pues mientras el primero estaba compuesto por dos consumeros y un interventor –armados con fusiles de la época de la Guerra de la Independencia, con su bayoneta incluida- en las casillas solo trabajaba un consumero y todas ellas se extendían en círculo, rodeando completamente la ciudad.

De niño, el Mesonero Cándido se quedaba con su padre muchas tardes, acompañándole en su puesto de la casilla. El niño Cándido no era buen estudiante, por eso prefería pasar las mañanas o las tardes con su progenitor, por quien sentía verdadera devoción. “Recuerdo que uno de los acontecimientos más esperados por mis hermanos y por mí, cada año, era el santo de mi padre. Por ser mi familia, como digo, tan modesta, estábamos pendientes de esa fecha. En realidad era lo único que se celebraba en casa. (…) Mi madre preparaba una importante cantidad de bollos, empiñonados, tostaditos, y nos permitía comer todos los que queríamos (…) En aquella vida sencilla, de estrecheces, que no teníamos nada de nada, era un acontecimiento tal, que siempre ha quedado en mi memoria”, recordaba Cándido.

Foto: Destino Castilla y León

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