Una sola mesa, y regalada
Queremos hablaros de una tarde de domingo, día en el que los comedores del Mesón de Cándido suelen estar llenos de clientes que quieren pasar un rato agradable junto a sus familiares y amigos. Pero aquel no era un domingo cualquiera. Nuestros comedores se encontraban vacíos. Algo no iba bien en Segovia. Corría el año 1936 y España estaba a punto de sumirse, si no lo había hecho ya, en uno de los capítulos más negros de su historia reciente. Un día antes, el sábado, un levantamiento militar había sacudido el país y la tensión se palpaba en el ambiente.
Cándido abrió las puertas de su mesón. Como cada día, preparó con ilusión sus corderos y cochinillos y esperó la llegada de los clientes. Había que dar el callo y sacar el negocio adelante a pesar de todas las adversidades. “Tu abuelo siempre ha estado al pie de los fogones, intentando, y normalmente consiguiendo, pasar desapercibido por lo que pudiera ocurrir”, explicaba Cándido a su nieto mientras le hablaba de aquel domingo. Ese día, únicamente se ocupó una mesa en el mesón y, además, no dejó beneficio alguno, pues correspondió a una familia que había ganado el sorteo mensual que “Radio Segovia” realizaba entre sus oyentes para comer cochinillo en nuestra casa. Se trataba de la familia del señor Merino, un practicante de la ciudad. A punto de finalizar el día, llegó el coche de línea proveniente de Madrid. Fue el último en mucho tiempo…
Gracias a las memorias del Ilustre Mesonero podemos conocer historias como esta. Anécdotas que nos permiten viajar al pasado de nuestro mesón y conocer cómo se vivieron en nuestra casa momentos clave de la historia de nuestro país. Sin duda, este es un claro ejemplo de cómo Cándido se mantuvo siempre al pie de los fogones, pasase lo que pasase, siempre trabajando por el bien de nuestro establecimiento y de la hostelería segoviana.