Y al final, con la muerte encima, solo dijo… ¡Cándido!

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Cientos son las anécdotas y curiosidades que Cándido dejó escritas en su amplia bibliografía. Aún hoy nos seguimos sorprendiendo con muchas de ellas y queremos rescatarlas para que todos podáis disfrutarlas. Historias sobre Segovia, sobre el mesón o sobre antiguos comensales, célebres o anónimos, que nos ayudan a conocer nuestro pasado y a hacernos una idea de la dimensión del Mesonero Mayor de Castilla.

Rescatamos una anécdota sorprendente, por su carácter humano y por una curiosa devoción por el cochinillo y por nuestro mesón. Nos la contaba el ilustre mesonero en “La cocina española. El libro de oro de la gastronomía”. Hace referencia a un hombre del Carracillo que acudía a nuestro mesón cada jueves de la semana. Un señor de menuda corpulencia que sorprendía a todos con la ingente cantidad de comida que llegaba a consumir de una sentada. Una guindilla de Pinarnegrillo, un tostón entero para él solo y, de postre, un cuarto de cordero. Todo ello acompañado con un buen vino. Lo mismo cada jueves, sin faltar ni un solo día, hasta que, de pronto, dejó de aparecer. El propio Cándido nos lo contaba de esta manera:

“Al pasar varias semanas sin que apareciese por mi casa este comilón extraordinario, traté de averiguar la causa de su ausencia, y unos de su pueblo me dieron la fatal noticia: había muerto. “Sí, claro –respondí yo de inmediato-, de algún atracón.” Uno de los informadores adujo, rápido en la respuesta: “¡Cá! No, señor. Murió cuando el médico lo puso a dieta. Hasta el último momento de su vida se acordó de los tostones y corderos que comió en su casa. Y, al final, con la muerte encima, solo dijo: ¡Cándido!…

-¿Qué edad tenía al fallecer tan fiel parroquiano? –pregunté, intrigadísimo.

– Cumplió los noventa y ocho por febrero.

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