El Mesón de Cándido, imperturbable a los pies del Acueducto

Es habitual que cualquier obra de la antigua ingeniería romana despierte admiración, bien por su diseño, su ‘tecnología’, su utilidad o, sencillamente, porque parece increíble que pueda mantenerse en pie 2.000 años después de que fuera construida. Desde Turquía, pasando por Francia, Italia y la Península Ibérica, el proceso de romanización dejó en muchos territorios la huella de la cultura, la lengua, las costumbres e incluso la organización política de todo un Imperio, pero también importantes obras hidráulicas, como los acueductos. Y en Segovia tenemos la suerte de conservar un extraordinario ejemplo.

 

Poca gente sabe que el Acueducto segoviano alcanza los quince kilómetros de longitud, pero es en la Plaza del Azoguejo donde muestra su mayor esplendor. Aquí presenta su mayor altura y sus arcos están dispuestos en dos órdenes. Parece mentira que sus 167 arcos de piedra estén sujetos sin ninguna pieza ni material, obedeciendo únicamente a un equilibrio de fuerzas que ha conseguido mantenerlo en pie a lo largo de los siglos.

 El Acueducto de Segovia llega hasta nuestros días con un impecable estado de conservación, para regocijo de turistas, vecinos y todo tipo de visitantes. Hace seis meses se cumplía el 130 aniversario de la declaración del Acueducto de Segovia como Monumento Histórico Artístico Nacional, una celebración a la que también se suma el Mesón de Cándido, ofreciendo nuestra humilde aportación: algunas de las más bellas vistas que se pueden contemplar de la construcción solo se divisan desde los salones de nuestra casa. Si abrimos cualquiera de los ventanales no podremos tocar sus piedras, pero casi… Basta con sentarse para disfrutar del espectáculo que nos brinda la Historia. Y una última recomendación para quien se acerque a Segovia: visitar el Centro de Interpretación del Acueducto, que está situado en la Casa de Moneda de la capital.