La leyenda del Acueducto de Segovia

Cobijado bajo la sombra del Acueducto, el Mesón de Cándido tiene como vecino más ilustre este meritorio ejemplo de la ingeniería civil romana, que llega hasta nuestros días en excelente estado de conservación. Si desde la misma puerta del Mesón de Cándido la vista es extraordinaria, no lo es menos desde el interior, cómodamente sentado en una de nuestras mesas, saboreando un delicioso cochinillo y observando, desde la ventana, las arcadas pétreas del famoso monumento.

No todo el mundo sabe que hay una curiosa leyenda en torno al Acueducto de Segovia. La leyenda habla de una aguadora que, cansada de soportar el peso de las cántaras por las empinadas calles de la ciudad, hizo un pacto con el diablo con el fin de liberarse de tan pesada carga. El diablo prometió lo siguiente: antes del amanecer, el agua llegaría a la puerta de su casa pero, a cambio, ella le entregaría su alma. La joven aceptó, pero enseguida se arrepintió. Sin embargo, ya no había marcha atrás porque ella había dado su palabra. Incansable, el demonio empleó toda la noche en construir el Acueducto, pero cuando el gallo cantó anunciando las primeras luces del amanecer, le faltó colocar la última piedra. Al no cumplir con lo acordado, el maligno perdió el alma de la joven, pero esta ganó una lección: mal asunto es llegar a acuerdos con el diablo. Arrepentida, confesó el fallido pacto ante los segovianos, que rociaron de azufre los arcos del Acueducto, pero lo conservaron en pie, a pesar de la autoría. Una nota curiosa para los visitantes: dice también la leyenda que, si se fijan bien en cada piedra, hay unas ligeras hendiduras, fruto de la presión de los dedos del diablo al colocar una sobre otra.