Mucho ha llovido desde aquella primera carta del Mesón de Cándido. Si desempolvamos las páginas de nuestra historia, no resulta difícil averiguar qué tipo de comandas se servían en esta casa a principios del siglo pasado. Los precios de entonces eran pura anécdota, si tenemos en cuenta todo lo que ha cambiado la vida desde entonces: sopa castellana, 0,60 pesetas. El mismo precio tenía el congrio en salsa verde, la merluza rebozada y la cabeza de cabrito asada. Un plato de judías a la bretona costaba 1 peseta; y por veinte céntimos más se podía comer cabrito con patatas o conejo escabechado. Los domingos se servían callos a la madrileña; los martes, fabada asturiana; los viernes, cocido; y, a diario, tostones y corderos asados del Villar de Sobrepeña, junto a Sepúlveda. Una botella de Rioja ‘de marca’ costaba 1,75 pesetas y solo 0,30 céntimos si era de Arganda. Así de sencilla era la primera carta del Mesón de Cándido.
Que nadie se asombre: los precios de antaño seguramente eran caros para algunos clientes. Y la oferta de platos tampoco tiene nada que ver con la que hoy ofrece el restaurante. Por supuesto, ciertas cosas se mantienen, fundamentalmente en lo relativo a materias primas que en esta casa se consideran fundamentales. En nuestra carta del siglo XXI sobresale el cochinillo asado al estilo de Cándido. Pero la carta actual recoge otras muchas especialidades: sopas castellanas, menestras de verduras y callos guisados con garbanzos conviven en armonía con una docena de entrantes fríos (lomo y jamón ibérico; varios tipos de ensalada, tablas de quesos…), otros tantos platos de pescados (bacalaos, merluzas, lenguado, rodaballo, ancas de rana) y una buena representación de carnes, desde la perdiz escabechada, al chuletón de ternera, el pollo de corral o las mollejas de cordero. La carta de vinos es algo que también ha cambiado mucho en esta casa, gracias a la labor del sumiller Pablo Martín Martín.