El día que se incendió el Mesón de Cándido
Ninguna tragedia sucedida en el Mesón de Cándido pudo compararse con el ‘incendio’ que sufrieron sus dependencias el 3 de mayo de 1971. Ardió Roma, Troya y hasta la Biblioteca de Alejandría… Nada ni nadie está libre de sucumbir bajo las llamas de un suceso semejante. Por eso, la historia que hoy recordamos estuvo a punto de terminar en desgracia y sucedió, precisamente, en uno de los días más felices de la vida del Mesonero. Aquella primaveral mañana de 1971, Cándido recibía en Coca el título de Hijo Predilecto, reuniendo en la villa segoviana a una nutrida representación de autoridades, vecinos, amigos y empleados del Mesón. Tras la misa en Santa María, la comitiva descubría la placa de una calle con el nombre del Mesonero. La jornada discurría llena de emoción y Cándido permanecía ajeno a lo que, en ese mismo momento, sucedía en su Mesón segoviano. El local estaba cerrado al público porque, aprovechando la jornada de celebración, se había contratado a un equipo de fumistas para limpiar a fondo el hollín de las cocinas.
Pero, a primera hora de la tarde, los viandantes que paseaban por el Azoguejo vieron salir llamas por las chimeneas del Mesón. Como no había otro modo de comunicarse con Cándido, alguien comunicó al Ayuntamiento de Coca que la casa de comidas estaba ardiendo por los cuatro costados. “¡Pero cómo es posible!”, “¡Qué desgracia para el Mesonero!”, murmuraban los segovianos contemplando la humareda. Como el aviso se dio después de la comida, a esa hora Cándido ya estaba en los toros. La Guardia Civil fue a buscarle al coso y permaneció a su lado, en silencio, hasta que terminó la última faena. Le escoltaron hasta la salida para que nadie pudiera acercarse a él. Cándido, extrañado por tanto misterio, recibió la noticia cuando estuvo lejos de la muchedumbre. Y allí mismo, conoció la noticia.
Afortunadamente, lo que parecía una desgracia de dimensiones colosales se quedó en un minúsculo incidente… No hubo incendio ni llamas ni desgracia alguna que lamentar. Todo se quedó en un susto y en la aparatosa humareda proveniente del desatasco de hollín de las chimeneas.