Cándido y el barril de sake

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Si Cándido López levantara la cabeza, se maravillaría al comprobar el perfil internacional del turismo que hoy visita Segovia, que recibe a miles de turistas chinos y japoneses cada año, atraídos por la cultura y la gastronomía de nuestra tierra. Además de Mesonero, Cándido López fue un hombre viajero, y mucho antes de la eclosión del turismo asiático, él tuvo la fortuna de visitar China y Japón a principios de los 70 del siglo pasado. Lo cuenta con detalle en varios episodios de su libro de memorias, ‘Yo, Cándido’, explicando, con todo lujo de detalles, el mayor hallazgo que se encontró en el viaje más largo de su vida: su gastronomía. Pájaros fritos en Thailandia que resultaron ser murciélagos; suculentas rodajas de pescado con sabor a merluza, que eran carne de serpiente; pescados crudos, arroces y un sinfín de platos elaborados con técnicas desconocidas para un segoviano de aquella época.

 

No sabemos si en Japón disfrutó de la floración del cerezo, que tiñe de rosa los parques y avenidas de todas sus ciudades; ni tampoco desde qué lugar contempló las más bellas panorámicas de sus grandes ciudades; o en qué restaurantes y mercados probó el célebre sushi, un bocado que, por cierto, le dejó maravillado. Repasando el rico anecdotario que dejó en su memoria este largo viaje, rescatamos lo que le sucedió en un comercio de Kyoto con un barril de sake. El Mesonero lo vio en un escaparate y quiso comprarlo para regalárselo a su amigo Perico Chicote. Acompañado de un intérprete, explicó al dueño del comercio que se lo quería llevar, pero este se negó porque era una pieza de adorno. Puso tanto empeño el segoviano, que empezó a sacar dólares del bolsillo colocándolos encima de la mesa. Sorprendido, el dueño terminó entregándoselo sin pedirle nada a cambio. Cargado con el barril, el regreso a España fue una odisea: de Kyoto a Tokyo, de Tokyo a Hong-Kong, de Hong-Kong a la India, de la India a Teherán, de Teherán a Roma y, de Roma… ¡a un encargado de Iberia! En ese instante consiguió desprenderse de tan pesada carga. “Toma, guárdalo tú, que esto es para Perito Chicote”. Y así fue cómo la colección del gran Chicote sumó una pieza más a su museo gracias a Cándido.

 

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