Comer de oído
Cada vez es menos frecuente, pero hubo un tiempo en el que la gastronomía tradicional segoviana tenía una sintonía propia, una melodía que formaba parte del menú. Todos sabían que, detrás del sonido de la dulzaina, o empezaba el convite, o se estaba en medio de su celebración. Cándido fue, sin duda, el promotor de esa puesta en escena, en la que el traje regional y la dulzaina se ligaban a la cocina popular. Lo más curioso de todo es que, aunque haya pasado el tiempo, todavía se observa en los comensales del Mesón -nacionales y extranjeros- una chispa –de asombro y de alegría- cuando suena la dulzaina con motivo de algún acontecimiento gastronómico.
Cierto es que, en esta tierra, la dulzaina siempre ha abierto todos los actos importantes: la fiesta mayor y la familiar; la tertulia de amigos y los grandes acontecimientos. De ahí que nuestro recordado y admirado, el folclorista segoviano Agapito Marazuela, tanto insistiese en ello, cuando nos decía que ‘la entradilla’ era obligada en todos los actos importantes. El cochinillo y la cocina segoviana estarán siempre ligadas a la dulzaina, un instrumento musical con el que hemos salpimentado varias décadas de buena cocina.