Cuando Rockefeller pidió pollo en vez de cochinillo

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 En alguna ocasión hemos mencionado el carácter hospitalario del Mesón de Cándido, que nació como una prolongación de la personalidad de Cándido López. El genial Mesonero convertía los deseos de sus comensales en realidad, a pesar de la dificultad que esta empresa a veces entrañaba. Una de las anécdotas más curiosas sucedidas en el Mesón se produjo cuando recibió la visita del vicepresidente de Estados Unidos, Nelson Rockefeller, que viajó a España en 1975 para la asistir a la proclamación del rey Juan Carlos I. El próximo mes de noviembre se cumplirán 40 años de esta efeméride. La visita de Rockefeller, considerado el hombre más rico de su época, fue todo un acontecimiento para la ciudad de Segovia y el propio Mesón inauguraría entonces la primera página del tomo décimo segundo del Libro de Oro con su firma, ocupando una sola página, con las banderas –y los mástiles cruzados- impresos de España y Estados Unidos.

Pero poco se podía imaginar el ilustre Mesonero que Rockefeller y su esposa llegarían aquel día a Segovia con pocas ganas de comer cochinillo. Bien por desconocimiento o mero capricho, el matrimonio insistió en comer pollo asado. El Mesonero, desconcertado, consideró la petición de absoluta simpleza para personajes de tal categoría, así que encargó en la cocina la preparación de unas sabrosas perdices. Tras la comida, la esposa de Rockefeller expresó –eso sí, en inglés- que nunca había comido unos pollos tan suculentos, a lo que Cándido respondió, con una amplia sonrisa: “Ni los volverá a comer usted, señora”. Y esta es la historia que resume cómo el matrimonio Rockefeller se despidió de Segovia sin probar el cochinillo en el Mesón de Cándido y cómo unas simples perdices consiguieron satisfacer el apetito de uno de los hombres más poderosos del siglo XX.

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