El día que Lope Tablada, nuestro pintor de cabecera, se subió a la silla para hacerse la foto…
Ni Picasso ni Dalí: Lope Tablada, pintor de cabecera. En la imagen aparece subido a una silla para encuadrar la instantánea junto a su mural. Una anécdota de un grande de la pintura segoviana de “talla menuda” que quedará en la memoria del Mesón de Cándido. Lope Tablada de Diego fue la segunda generación de una importante saga de artistas segovianos.
Hijo de pintor y padre de pintor, recibió el sobrenombre de ‘El pintor de la luz de Castilla’. Si a su padre (Tablada Maeso) se le reconocen los trabajos realizados en los teatros Juan Bravo y Cervantes, y otros muchos lugares segovianos, Tablada de Diego ha pasado a la historia (la humilde historia del Mesón de Cándido) por ser el autor del conjunto de murales que decoran todos los salones del restaurante. A Cándido, el Mesonero, le gustaban todas las pinturas de Lope Tablada de Diego, sobre todo, por lo bien que captaba la luz de Segovia. Con cada trazo, el artista rendía un homenaje al medio rural, sus campesinos, sus costumbres, la vida cotidiana y sus elementos más tradicionales. Los murales que decoran el Mesón permiten descifrar cómo era el carácter de aquellas gentes y la naturaleza de un mundo agrario que ya ha desaparecido. Los comensales del siglo XXI pueden comprobarlo a diario porque todos los murales se conservan en sus localizaciones originales.
Cándido, el genial Mesonero, recordaba con frecuencia que Lope Tablada estuvo prácticamente toda su vida pintando en el Mesón. Su padre, Tablada Maeso, tenía empeño en que su hijo se convirtiera en pintor, por eso decidió que cursara estudios en la Academia de Bellas Artes. Luego regresó a Segovia, en torno a 1934, y fue entonces cuando empezó a decorar el Mesón del Azoguejo. Las primeras pinturas tuvo que hacerlas sobre la pared, pero aquello resultó un desastre. Después lo hizo sobre lienzos, pero eran de mala calidad y las pinturas se perdían. Por fin, un buen día Cándido pudo comprar lienzos de buena calidad y mejores óleos, que encargó personalmente en Inglaterra. “¡Hala! A pintar tu obra maestra”, le dijo al artista. La empezó y casi la terminó.
Cuando falleció, Lope Tablada dejó dos obras inacabadas, que todavía permanecen en el Portalón. Cándido nunca quiso que las terminara nadie. Así le recordaba: “Era un bohemio, un hombre muy bueno y sencillo. Bajito, con su chalina de artista, de color negro, y su exagerado sombrero de alas muy anchas del mismo color”. Con su recuerdo y su obra, vaya nuestro homenaje a esta saga de artistas segovianos, los Lope Tablada: Maeso, De Diego y Martín. Por cierto, este último, llega hasta nuestros días también atrapado por la temática segoviana.