El otoño en el Mesón de Cándido
Hay quien dice que Segovia, sus monumentos y toda su provincia –en definitiva, todo lo que encierra un término geográfico- despierta la admiración en cualquier época del año. Pero hay algo que conviene recordar: cuando llega el otoño, el Acueducto sigue en el mismo lugar, al igual que los bosques de Valsaín y los pinares de Coca. Pero no es igual: los visitantes encuentran, ante sus ojos, un color más nítido, un clima diferente, una luz que se rifan cada año pintores y fotógrafos… porque la luz del otoño –dicen- es el filtro mágico de la mirada. Cuando llega el otoño, Segovia se muda y se viste de colores, y una de las pasarelas de la moda otoñal del bosque segoviano está en el Hayedo de la Pedrosa, en la Sierra Ayllón. La vegetación, el contraste cromático y la belleza paisajística de este lugar merecen una visita antes de la llegada del invierno.
Por supuesto, en el Mesón de Cándido también notamos la influencia del otoño. Es el periodo del año donde estamos más entregados a la causa gastronómica. El otoño es tiempo de calma. De saborear despacio los placeres de la vida, y de contemplar, pacientes, cómo se caen las hojas de los árboles, una y otra vez, desde la noche de los tiempos. Algunos de nuestros comensales coinciden con el maestro asador del Mesón cuando aseguran que el cochinillo asado cruje de otra manera y traslada al plato aromas del bosque. Cuando afrontamos la recta final del año, el Mesón de Cándido es un buen lugar para descubrir –si todavía no lo has hecho- cómo es el aroma del Mesón y a qué sabe la carne del cochinillo asado segoviano.