Cinco razones para no visitar el Mesón de Cándido

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1.- ¿Para qué visitar un antiguo Mesón cuando hay tantas oportunidades de sentarse en la mesa de un moderno restaurante con decoración minimalista? En el Mesón de Cándido todo es antiguo, rezuma historia y autenticidad. No hay sillas de diseño ni paredes diáfanas ni tampoco salones austeramente decorados. Si quiere mantener a salvo su retina es probable que en el Mesón de Cándido no lo consiga ni con gafas de sol. La decoración es abigarrada, sí, pero esto forma parte del ‘adn’ de nuestra casa. Los comensales lo valoran porque destila segovianismo por los cuatro costados.

2.- “¡Pero si cochinillo asado se puede comer en todas partes!”. Dirán algunos… y no faltan a la verdad. El cochinillo asado es el emblema de la cocina segoviana, pero el Mesón de Cándido es uno de sus grandes templos. Los hornos de asar funcionan, a pleno rendimiento, desde primera hora de la mañana, y se sirven cientos de raciones en un solo día. Además, aquí nació la práctica del corte del cochinillo con el borde de un plato, algo que se sigue haciendo a diario.

3.- Del Acueducto ya te lo sabes todo… aparece en los libros de Historia y, si lo quieres visitar, se puede contemplar desde la calle. No todo el mundo sabe que se puede admirar esta obra de la ingeniería civil cómodamente sentado y con unas excelentes vistas hacia la Plaza del Azoguejo. Desde el Mesón, las vistas son extraordinarias. No caiga en la tentación si no quiere… las comparaciones a veces son injustas.

4.- ¿No eres cinéfilo ni tampoco mitómano? Entonces tampoco te sentirás fascinado por los grandes personajes del mundo de la cultura, el arte o el pensamiento que han pasado por nuestra casa en las últimas décadas. Sus fotografías, sus firmas y dedicatorias están guardadas en nuestro mesón y, muchas de ellas, a la vista de todos los comensales.

5.- Cochinillo, torreznillos, judión de la Granja, vinos segovianos… el Mesón de Cándido es gastronomía segoviana en estado puro. Si viene buscando otra cosa, es mejor que no entre en el Mesón. Miles de comensales de todo el mundo visitan nuestra casa buscando, precisamente, esto. Cuando se marchan de ella dicen haber disfrutado de una experiencia vital que siempre recordarán. ¿Se puede pedir más?

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