Sobremesa galáctica en la noche del Cometa Halley
¡Qué instructivas son las sobremesas! Quien las disfruta, suma al placer de una comida el de una buena charla. Estas mini-tertulias nacen justo después del café, con la primera copa de brandy –en tiempos-, ahora con el primer gintonic. En el Mesón de Cándido sabemos cuándo va a ocurrir. Sí, las sobremesas se ven venir. Lo dice la disposición del comensal, la parsimonia de los movimientos pero, sobre todo, la tardanza a la hora de pedir la cuenta, que es el broche final de la estancia del Mesón. Por fortuna, muchos comensales se pueden permitir darse un respiro, vencer el sueño de la siesta y prolongar un par de horas de charla divertida.
En el Mesón de Cándido nos hemos convertido en auténticos adivinos. Sabemos por dónde irán los derroteros de la conversación y cuándo se iniciará la discusión. Política, deportes, asuntos familiares y economía son las materias que más abundan pero, en ocasiones, una sobremesa nos proporciona un tema de conversación tan interesante como el que sostenían, hace unos días, cuatro mujeres, dos de ellas segovianas, sobre la calidad lumínica del cielo segoviano. Decían que había que subir a la Mujer Muerta, a Guadarrama y Navacerrada para poder disfrutar de una noche estrellada. Fue entonces cuando recordamos aquella anécdota de Cándido, el Mesonero, que nos contaba la noche que hizo aparición el Cometa Halley. Aquel día del año 1910, toda la familia del Mesonero se fue a los Altos de la Piedad, en aquel momento, no solo para verlo, sino también por el temor a las desgracias que barruntaban los astrónomos de la época. Lo mejor es que el Cometa volvió a pasar en 1986 y, desde la Plaza del Azoguejo, se le volvió a divisar. Sin duda, sobremesas galácticas como estas se volverán a repetir cada 76 años… que es lo que suele tardar en volver el célebre Cometa Halley.