El café: la primera ‘experiencia sensorial’ del siglo XX

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Hace justo un siglo, Cándido López, el Mesonero, encontró su primer trabajo. Sucedió el 16 de abril de 1916. Justo en esa fecha entró a formar parte de la plantilla del Gran Café-Restaurante de La Unión, donde permanecería quince años. Este local segoviano, ya desaparecido, reunía a diario a la flor y nata de la sociedad segoviana, que se sentaba a la mesa a conversar de política, literatura, ciencia o cualquier otra cuestión de actualidad. En aquella década (la del diez del siglo XX), La Unión vivió su época de mayor esplendor. La afluencia de parroquianos era extraordinaria y el ambiente que rodeaba al local, único. Allí se servía café, buen café, de aroma penetrante y sabor intenso. Perfumaba la calle 50 metros antes de abrir la puerta. Era embriagador. “Procedía de una mezcla de llaúco lliná, moka y caracolillo”, recuerda Cándido en sus Memorias, y se tostaba a diario en un patio interior.

 

Pero lo más espectacular de este lugar era el servicio del café porque los clientes vivían una auténtica ‘experiencia sensorial’. ¡Qué cosas! Este término, que parece un invento de la mercadotecnia gastronómica moderna… ¡ya era tendencia hace un siglo! Entonces, tomar café era un ritual que se disfrutaba sin prisa. El café duraba toda la tarde, se saboreaba, se consumía despacio y se servía cumpliendo el ritual. El vaso tenía gran capacidad; en una copa aparte, el camarero servía un cubito de café con un botellín de ron y unas gotas de aguardiente para obtener un buen refresco. ¡Y qué maravilla! En aquella época, el Café de La Unión era el único establecimiento de Segovia que tenía máquina para producir hielo, por eso no había problema para añadir un cubito nuevo cuando el refresquito lo necesitaba. El café duraba lo que diera de sí la partida de dominó o la tertulia, pero nunca había prisa.

 

Cándido, que empezó de botones y terminó de encargado, nunca olvidó el ritual de La Unión, el sabor del café e incluso el precio de la consumición, pues 30 céntimos costaba el servicio. ¡Aquello sí que era una ‘experiencia sensorial!’.

 

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