No pague con dinero, sino con versos…

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Los comensales del Mesón de Cándido nos han dejado anécdotas de todo tipo. A veces, marcadas por su condición, pues algunos ilustres comensales, desconocedores de la gastronomía segoviana, no siempre han descubierto a la primera la procedencia del cochinillo que tenían sobre el plato, confundiéndolo con otras carnes, a veces, de humilde procedencia. Divertidas y entrañables son algunas anécdotas protagonizadas por bohemios, literatos y artistas, recogidas en el libro de Memorias de Cándido. Entre todas ellas figura la que, hace medio siglo, obligó al Mesonero a cambiar versos por una cena. Entonces, los vasos de vidrio se sustituyeron por los pequeños modorritos de barro cocido. El precio por cubierto fue de tres pesetas… ¡y los invitados alcanzaron la cifra de 35 comensales! En aquella cena Cándido recibió un cálido homenaje y, como pago a la cena, unos versos extraordinarios del poeta Mariano Grau dedicado, precisamente, al modorro. Solo reproducimos algunos extractos:

 

“El modorro
caiga el chorro
de mi lírica alabanza
sobre tu humilde figura,
con esa redonda panza
donde la curva se lanza
como abdomen en hartura

Tú nos hablas todavía
del mesón de los caminos,
de la clásica hostería
donde hirvieron los destinos
de la España de otro día.

Trajinantes, buhoneros,
los sopistas y soldados,
el cantar de los arrieros,
los pastores y ganados…

(…)

Vasija sin pretensiones
como del barro nacida,
tú lavas los corazones
de todas las desazones
que hacen amarga la vida”

(…)

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