Y a los postres… ¡también cochinillo!
No es habitual que un comensal del Mesón de Cándido se atreva a repetir cochinillo en el momento del postre, aunque sí recordamos a algún glotón que hizo alarde de comilón, sin llegar a alcanzar el rango suficiente como para entrar en el anecdotario histórico del Cándido. Buena parte de los postres del Mesón mantienen las viejas texturas y los sabores de siempre en pleno siglo XXI. La tarta de ponche segoviano –santo y seña de la dulcería local-, la torrija de leche caramelizada con helado de chocolate o una cuajada artesana con leche de oveja satisfacen, sin duda, el broche final de una comida. Es curioso que el queso de oveja curado, el fresón con nata, el sorbete de limón y el flan de queso con salsa de toffe continúen formando parte de los postres más apreciados del Mesón segoviano. Y es que alguien dijo un día que una buena comida no es tal si no ha contado con un buen cierre al final.
Los romanos, que sabían mucho sobre comidas, consumían uvas frescas abundantes, pasas, pasteles de trigo y frutos secos con miel. ¡Qué curioso! 2.000 años después, el comensal, frente al Acueducto romano, casi puede degustar esta retahíla de delicias en el mismo Mesón. Las recetas más sencillas siempre dan en el clavo y, entre nuestras propuestas, hay flanes, cuajadas, helados caseros, tartas y refrescantes sorbetes. Todavía no hemos inventado el ‘dulce de cochinillo’, pero nunca se sabe. Demos tiempo al tiempo.